HISTÓRICO. El pueblo chileno al fin tendrá la nueva Constitución que por tantos años exigió.
Por: Antonella Huamaní
Tras vivir durante mucho tiempo en una democracia sin participantes y sin votos, el pueblo chileno camina hoy hacia un nuevo destino, que ellos mismos ayudaron a construir, fruto de sus decisiones.
Han transcurrido 47 años desde que una dictadura golpista encabezada por el exmilitar Augusto Pinochet se impusiera en el país chileno y trajera consigo la concentración de la riqueza y brechas sociales y económicas gigantescas que muestran sus estragos hasta la fecha. Las víctimas de este terrorismo de estado, porque así es como debe denominarse, se contabilizan en más de 40 000, entre fallecidos y desaparecidos. Sin embargo, es un hecho que todas las familias chilenas vivieron alguna forma de opresión y atropellos en esos 17 años de dictadura entre 1973 y 1990, años que parecieron interminables.
El objetivo de Pinochet era restablecer el nacionalismo y la constitucionalidad quebrada por su predecesor, Salvador Allende, o eso decía. Aplicó un estado de sitio en el país y prohibió las protestas y actividades sindicales; encarcelando, torturando y ejecutando en primera instancia, a los líderes de dichas organizaciones. Las fuerzas militares también intervinieron universidades, deteniendo a los estudiantes y en el peor de los casos fusilándolos en fila en el suelo de las plazas uno a uno cuando cometían agitaciones en las calles. Para controlar y tener bajo sumisión a los ciudadanos se creó la DINA, Dirección de Inteligencia Nacional. Esta organización tenía facultad para mantener confinadas a las personas en sus centros durante los estados de excepción. Como estos estados estuvieron presentes durante casi toda la dictadura, la DINA estuvo permitida de hacer esto durante toda su existencia.
Así, la DINA perpetuó las peores violaciones y atrocidades a los derechos humanos nunca jamás imaginadas. Miles de víctimas sobrevivientes piden que se les procesen sus casos hasta el día de hoy. Dos décadas de sufrimiento, hambre, tortura, muerte y desigualdad azotaron salvajemente a la ciudadanía chilena. Muchas voces se apagaron, pero su lucha jamás.
Pasaron muchos años de represión, cuando en 1980 las personas empezaron a salir a las calles para reclamar a los desaparecidos y a pedir la libertad de los presos políticos. Fue así como en los siguientes años, tras una serie de disposiciones, el país retornó a una democracia como resultado de plebiscito del 5 de octubre de 1988. El pueblo chileno le niega a Pinochet el nuevo mandato, y es así como, en 1980 Chile elige a su gobernante.
Empero, los parámetros y disposiciones del anterior gobierno no fueron erradicados. Chile vivía con temor a que en cualquier momento los militares regresaran al poder. Cuando se retorna a la “democracia” en los 90 de partida los ciudadanos no sabían que era votar. Hubo una generación entera que no tuvo derecho a voto hasta adultos mayores.
En los siguientes años, el país pasó por muchos jefes de gobierno que supuestamente iban a corregir el modelo económico hacia uno más social que de mercado. “No fue así, seguíamos en un estado subsidiario que privilegiaba el modelo neoliberal de negocio, las cosas no mejoraban para nosotros”, afirma Rodrigo Agurto, periodista chileno.
No fue sino hasta el 18 de octubre del año pasado, que ocurrió un hito que marcó la historia de Chile. Un estallido social a nivel nacional se produjo. Hubo una explotación violenta por parte de los ciudadanos hacia el gobierno. Miles de reclamos acumulados durante años salieron a las calles a gritar BASTA. El alza de pasajes sumado a la desigualdad, pobreza, hambre y furia hicieron que se desate una ola de protestas. Manifestaciones con cacerolazos y pancartas que culminarían con saqueos, incendios en el metro y un toque de queda aplicado en Santiago, que luego tendría repercusiones en todo el país.
La verdadera intención del movimiento no tardó en hacerse notar. Y es que hace unos meses, en un plebiscito histórico, el pueblo chileno decidió dejar atrás la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet. Miles de chilenos optaron por la una nueva Carta Magna.
Sin embargo, el rechazo tuvo presencia en las comunas de clase media alta. Fueron las mismas familias que hicieron sus fortunas durante la dictadura, además de militares y fuerzas del orden. Prueba de que a pesar de que la dictadura ya no está y el dictador ya murió, el pinochetismo sigue vigente a la fecha.
Es así como Chile, tras haber tenido un largo historial de corrupción y robo institucional, y que sus parlamentarios quedaran impunes por ello, llegó a vivir este significativo cambio, resultado de innumerables manifestaciones violentas, que, sin duda, marca un antes y un después en su historia política y en la vida de sus ciudadanos.
El pueblo chileno no sabe que les depara el destino en un futuro próximo, pero por ahora, han salido de un profundo malestar y han logrado que sus voces sean escuchadas. Están más unidos e invencibles que nunca. La campaña de terror de la dictadura militar que tanto daño les hizo, ha terminado. Ahora, esperan poder recuperar la confianza -que por tanto tiempo les fue arrebatada-, en sus nuevos representantes, y también se espera resucitar la legitimidad del pueblo hacia sus políticos.
Sin olvidar que los principales precursores de este cambio, fueron los jóvenes, que serán siempre serán recordados como los que lograron acabar con la Constitución impuesta por Pinochet, y que los sucesivos gobiernos que lo siguieron no supieron, no pudieron o no quisieron derrotar. Una nueva oportunidad para esta generación que vivirá en un país que estará regulado por las reglas que ellos mismos ayudaron a construir.